Peligro de un gol

A mi amigo Hernán Díaz, un jugador de toda la cancha...

Roberto Carlos Peldaño nació en Puerto Limón, un pequeño poblado a orillas del río Caquetá al este de Colombia. Su madre era uruguaya y siendo muy jovencita se enamoró de un argentino trotamundos que la convenció de viajar a Norteamérica en busca de un futuro mejor. Casi a mitad de camino, cuando el hombre se supo futuro padre la abandonó en un precario muelle de madera justo llegando a Puerto Limón. 

Peldaño vivió una infancia con muchísimas privaciones y posiblemente su único juguete haya sido el fútbol. Todos los días apenas volvía de la escuela se sacaba el guardapolvos y corría las pocas cuadras que lo separaban de la canchita donde se juntaban todos los pibes de aquel pueblito perdido en medio de la selva colombiana. Una vez en el lobby de un hotel de Carrasco, luego de unas copas me contó que todo había empezado justamente allí, en un potrero ganado a la selva cerca del río. Aparentemente le había salvado la vida al nieto de una curandera que se había tirado al río a buscar la única pelota que tenían. Me dijo que mientras su amigo recobraba el aliento justo al costado del potrero la anciana le preguntó qué era lo qué más le gustaba hacer en la vida. Él le contestó que jugar a la pelota. Luego la mujer le vaticinó que la redonda le iba a dar todo pero que debía tener cuidado ya que también podía perder mucho en el camino. 

–A partir de ahora vas a hacer un gol cada vez que juegues- sentenció la mujer a la vez que se hizo la señal de la cruz mirado al cielo.

Nunca me tomé esa historia demasiado en serio pero hay una realidad indiscutible y es que el caso de Peldaño fue verdaderamente único. Siempre marcaba. En los partidos, en los entrenamientos, en el potrero, siempre, pero siempre hacía uno y solo un gol.

Volviendo al origen de la historia, no creo que Peldaño se hubiera dado cuenta durante su infancia que era un jugador especial ya que en el fútbol del potrero tarde o temprano todos los niños hacen goles. Recién cuando se fueron de Colombia fue que tomó más en serio esa regularidad en la conquista.

Apenas Robertito terminó la escuela primaria hicieron las valijas y se volvieron a Uruguay con la esperanza de que allá el muchacho pudiera acceder a una educación superadora. El pibe sufrió mucho el cambio. Extrañaba el potrero al lado del río y las tardes interminables con sus amigos pateando en el suelo de tierra gastada hasta que el cielo se llenaba de estrellas.

Al llegar a Uruguay vivieron unas semanas en Mataojo, el pequeño pueblo donde aún residía la familia de la madre. El chico conoció a los pocos parientes que tenía pero no tuvo mucho tiempo a acostumbrarse a los afectos ya que antes de un mes se mudaron a Montevideo donde su madre había conseguido un trabajo y Roberto podría comenzar sus estudios secundarios al año siguiente.

El chico acababa de cumplir doce años. Su madre trabajaba casi todo el día y apenas si se cruzaban un rato por las noches. Luego que salía de la escuela otra vez corría a una plaza del barrio donde los botijas se juntaban a jugar a la pelota. De todos modos no era lo mismo que allá en Colombia. En Uruguay el fútbol era cosa seria y los resultados, aunque fueran de potrero, no eran tan abultados como en Puerto Limón. Jugaban fuerte y defendían cada pelota como si fuera la última. En ese marco Peldaño se ganó un lugar entre la muchachada. 

Una tardecita volviendo a su casa un amigo lo convenció de ir a probarse al Constituyentes Fútbol Club, un club de segunda división que todos los años reclutaba pibes durante una o dos semanas. Robertito accedió y al otro día apenas salieron de la escuela se fueron para allí Cuando llegaron había una larga fila de muchachitos de todas las edades. Ellos quedaron separados en dos grupos diferentes y no se volvieron a ver hasta que terminó la jornada.

– ¿Y?¿Cómo te fue? – Le preguntó su amigo cuando se reencontraron en el portón de entrada.

– Bien – Dijo Robertito –quedé.

– Pero cambiá la cara entonces – Exclamó su compañero observando el rostro mustio de su amigo.

– Pero es que me cagaron a patadas – se quejó Peldaño pensativo.

– Bueno, mañana los cagas a patadas vos entonces salame. Vamos, apurate que vamos a perder el colectivo ¿Mojaste no? – le preguntó a la carrera.

Roberto asintió con la cabeza tímidamente mientras se subían al ómnibus. 

Al otro día los dos jóvenes volvieron al club y nuevamente fueron seleccionados para el día siguiente. Peldaño había vuelto a marcar.

Al tercer día ya quedaban menos muchachos y el técnico discutía con un ayudante sobre si darle o no otra oportunidad al pibe. La realidad era que Robertito no era muy bueno con la pelota en el pie y le costaba recuperar, tampoco era lo que se dice rápido. Casi lo habían sentenciado cuando clavó un zapatazo desde treinta y cinco metros que dejó al arquero parado en la mitad del arco mirando como la pelota se le metía pegada a uno de los palos. Así fue que continuó con las pruebas y pese a que el técnico no estaba muy convencido se ganó un lugar en el equipo a fuerza de goles de todos lados.

Cinco años jugó Peldaño en Constituyentes Fútbol Club. La realidad era que pese a que él embocaba siempre, por lo general al equipo no le iba bien. Cuando llegó a tercera se dio algo que llamó la atención en el ambiente e inclusive llegó a la prensa. Constituyentes terminó último en la tabla de posiciones y perdió la categoría, pero Peldaño, gracias a su gol por partido se quedó con el lauro de goleador del torneo.

A esta altura Peldaño, que casi terminaba la escuela secundaria, debió replantearse su carrera ya que era imperioso que comience a hacer aportes económicos en su casa. De todos modos se las arreglaba para seguir entrenando. También para ese entonces apareció Silvia en su vida, una muchacha un poco mayor que él que luego de un tiempo se convertiría en su esposa y le daría su única hija.

En ese contexto la carrera futbolística de Peldaño parecía comenzar a esfumarse pero un día recibió una llamada de Villa Española, un club de primera división que había puesto sus ojos en él a raíz de una nota en el diario en la que se destacaba el hecho de la efectividad del ignoto nueve que pese al descenso de categoría se había consagrado goleador. A esa nota la escribí yo, que por ese entonces también daba mis primeros pasos en los medios gráficos. Ya luego no pude evitar seguir la carrera del muchacho, en parte por darme el motivo para escribir las primeras líneas que me fueran publicadas, y también quizás insisto porque el caso de Peldaño era realmente único por aquellos días. 

Al día siguiente Peldaño fue solo a la sede del club donde lo recibieron sorprendidos por el hecho de que no tenía un representante. Le recomendaron que hable con Waldemar “El Puño” De Luca para que le dé una mano con los papeles. Finalmente bajo el ala de El Puño, el muchacho fichó con Villa Española y pudo por fin dedicarse al fútbol profesionalmente. Al poquito tiempo de empezar a entrenar en primera recibió la noticia de la llegada al mundo de su hija, lo que precipitó la mudanza de Silvia a la casita que Roberto ocupaba con su mamá a las afueras de Montevideo. De a poco y a fuerza de su gol crónico fue ganándose un lugar entre los titulares. A la vuelta de los entrenamientos lo esperaba la familia y una rutina hogarña que enmascaraba toda posibilidad de ver los nubarrones que se avecinaban.

Una tarde luego del entrenamiento El Puño lo llamó a su oficina y le dijo que los directivos del club le habían hablado para que empiece a jugar en primera y que una vez que se diera eso pensaba apuntar a la liga Argentina dónde tenía muy buenos contactos. Para ese entonces Peldaño había ganado un poco en técnica y músculo, aunque aún le quedaba bastante por aprender si pretendía mudarse a un torneo más competitivo.

– Ahora andá – le dijo el viejo – sacala a comer a tu mujer y distráiganse un rato que una vez que empecés a jugar en primera se te termina la joda nene.

Y así fue como no pasó más de un mes hasta que lo convocaron a jugar en las ligas mayores. Por supuesto que no entró de titular en primera instancia. Pese a que convertía en cada entrenamiento el técnico no se animaba a ponerlo porque todavía estaba un poco verde y así como embocaba también erraba mucho. Finalmente debutó en primera contra Deportivo Maldonado. Lo pusieron a diez minutos del final de un cero a cero que ya parecía sentenciado. Inmediatamente a entrar se da un corner por la derecha y Peldaño sin ser el más alto ni el más fuerte se ganó su título de oportunista metiéndose desde atrás en el área chica y con un frentazo picado quebró la paridad y le dio el triunfo a su club. Ese fue su primer gol en primera, justo el día de su debut. Cuando volvió a su casa a festejar se encontró con un panorama sombrío. Su madre y su novia habían discutido y ambas lloraban cada una en una habitación distinta. Esa noche Peldaño comió solo en la cocina. Apenas probó dos bocados y ni siquiera abrió la botella que le habían obsequiado en el club.

El juego de Peldaño comenzó a mejorar notablemente y continuaba marcando a razón de un tanto por partido. De todos modos este progreso contrastaba con las quejas que recibía al llegar a su casa. Una noche, harto de todo eso, le pidió a su representante que encuentre la manera de conseguirle un lugar donde vivir con su novia. La realidad era que a Peldaño le costaba mucho dejar a su mamá sola nuevamente pero sentía que no tenía otra opción.

Mientras tanto en la cancha todo era inmejorable y tenía posibilidades concretas de ser goleador del torneo nuevamente, pero esta vez en primera división. Lamentablemente para él esto no pudo ser posible ya que faltando cuatro fechas para el final del torneo, luego de marcarle un tanto a Peñarol sintió un dolor punzante en la rodilla derecha que lo dejó fuera de la cancha por lo que quedaba de campeonato. La lesión terminó en el quirófano. Finalmente el título de goleador se le escapó nada más que por dos goles.

Roberto aprovechó el lapso de inactividad para dedicarle tiempo a su familia. 

-¿Y si nos casamos?- propuso tímidamente un miércoles después de cenar.

El sábado siguiente, y con la presencia de un mínimo grupo de íntimos, los novios dieron el sí.

La flamante esposa ya lucía un embarazo de varios meses que en lo cotidiano se traducía en preocupaciones que no dudaba en manifestar. Llegó el punto en que Roberto habló con El Puño para ver si se podía reconsiderar el monto de su contrato ya que en vista de la nueva boca que alimentar parecía un poco flaco. El representante, no muy de acuerdo con la idea, dijo que vería qué hacer.

Finalmente Peldaño pudo volver a entrenar para la pretemporada y sorpresivamente el club accedió a una mejora económica. De todos modos, no conforme con el monto, la esposa del jugador dijo que lo mejor sería ir pensando en Europa.

Ese año Peldaño entró en la quinta fecha y jugó el resto de los partidos del campeonato. Esta vez su equipo acompañaba su gol por partido con alguno más y en poco tiempo estuvieron peleando la punta. El campeonato se les escapó por casi nada. Al año siguiente y ya con Peldaño totalmente dueño del nueve en la espalda ganaron el campeonato de punta a punta. 

Si bien los éxitos deportivos se venían dando y su representante lograba números cada vez más beneficiosos las cosas en casa de los Peldaño no marchaban bien. Su esposa le requería cada vez más presencia y recursos. Poco y nada veía a su hija y estando en Brasil para la primera ronda de la Libertadores de América le llegó la trágica noticia de la muerte de su madre. 

En este punto Peldaño comenzó a manifestar signos de agotamiento. Ya su gol por partido no le alcanzaba para sentirse bien. La prensa comenzó a maltratarlo un poco a raíz de su frecuente negativa a dar notas y una de las recurrentes crisis económicas del país había comenzado a hacer mella en los números de los contratos. Finalmente un día harto de todo descargó su furia contra el rival. El brote le costó cinco fechas de suspensión y al otro pobre muchacho la carrera. 

El “Güerito” era el hijo de Manuel Tadeo “la sombra negra” Bermejo, un temible cañonero charrúa que había defendido como nadie los colores de la selección uruguaya hasta hacía muy poco tiempo. Su pibe, si bien no tan duro como él, mostraba un juego exquisito y prometía una carrera brillante. Aquella tarde el exabrupto de Peldaño le costó carísimo. Logré comunicarme con él pese a que no quería recibir a nadie. Me confesó que se sentía muy mal por lo que había pasado y a modo de justificación me contó sobre sus problemas personales. También me confesó que estaba momentáneamente separado de su esposa y dormía en un hotel del centro.  

Su equipo seguía avanzando en la Copa y en el torneo local a la vez que Peldaño buscaba encontrarle la vuelta a una situación por demás compleja. Su familia se derrumbaba y ya no sabía cómo revertirlo.

Finalmente todo llegó a su fin en no más de dos semanas. Villa Española quedó afuera de la copa en Argentina al perder por 5 a 1 contra el Racing Club de Avellaneda; matemáticamente el torneo local también ya era imposible y a la vuelta de un viaje su esposa le pidió el divorcio.

Para el comienzo del nuevo campeonato Roberto se había instalado solo en un piso del centro de Montevideo y ya no veía a su hija. La relación con su ex esposa era casi nula y la gestionaba a través de un abogado que consumía también buena parte de sus ingresos.

Ese año se jugaban las eliminatorias para el mundial del año siguiente y se rumoreaba que el técnico de la selección nacional veía con buenos ojos incorporar a Peldaño ya que no contaba con la totalidad de los jugadores que aún tenían compromisos afuera. En la intimidad El Puño lo veía difícil ya que la distancia técnica entre Peldaño y los delanteros que jugaban en las otras ligas era importante. De todos modos lo impensado sucedió y a Peldaño le tocó vestir la celeste.

Fue una época difícil, con mucha presión. Además de sus problemas personales se sumó un recibimiento bastante frío por parte de los demás jugadores de la selección. Todavía pesaba sobre él la condena por aquel patadón injustificado que le terminó truncando la carrera al “Güerito” Bermejo. 

Muchas veces no podía conciliar el sueño y en sus desvelos añoraba el potrero de Puerto Limón desde donde podía ver pasar a los pescadores en sus barquitos colorinches. Las pocas noches que podía dormir soñaba con su madre y sentía un enorme dolor al no haber podido acompañarla en sus últimos momentos.

Finalmente debutó con la celeste y todo fue algarabía cuando de media distancia venció al arquero rival robándole un partido sobre la hora a la selección de Chile. El triunfo ayudó un poco a disipar las tensiones internas y lentamente se fue ganando un lugar en un equipo donde casi todos los jugadores venían de afuera y apenas si los conocía por las revistas especializadas.

Las eliminatorias fueron lo que se dice una caja de sorpresas. Lo único previsible era el tanto por partido que aportaba Peldaño. Lamentablemente no siempre alcanzaba y a un partido de la definición sufrieron una paliza a manos justamente de su querida Colombia. Gran parte de la culpa la debió asumir el pibe Waldemar Morrison, el arquero uruguayo. Esa tarde el pibe se comió cuatro, de los cuales dos fueron claramente de su absoluta responsabilidad.

El último partido era contra Brasil y si Bolivia le ganaba a Perú, a Uruguay le bastaba con el empate para clasificar. El partido fue durísimo. Se jugó muy fuerte y hubo peligro en ambas áreas. A la vez, Perú y Bolivia se jugaban la ropa por el otro lado. Perú abrió el marcador apenas  comenzó el partido. La parcialidad uruguaya seguía el partido por la radio y el gol del moreno Ortuzar les cayó como un baldazo de agua helada. La cancha se sumió en un silencio total pero inmediatamente un remate de Peldaño se estrelló contra el travesaño e hizo explotar nuevamente al estadio. A los pocos minutos llegó el segundo gol de Perú y nuevamente el silencio se apoderó de la multitud.

El primer tiempo terminó con Brasil y Uruguay empatando y Perú dos arriba de Bolivia. Era el peor de los escenarios. Peldaño venía jugando un buen partido y aunque tuvo varias oportunidades de gol no se le dio ninguna. Morrison, el arquero, había vuelto a mostrarse inseguro y dio rebote más de una vez. Afortunadamente los delanteros brasileños ese día tampoco estuvieron  a la altura de las circunstancias.

Comenzaba el segundo tiempo y en esos 45 minutos finales se definirían las eliminatorias. Tal como estaban las cosas, Uruguay se quedaba en casa. 

En la primera media hora de juego Peldaño no pudo rematar nunca al arco pero tuvo un mano a mano con el arquero que desperdició inexplicablemente. Faltando 15 minutos para el final el estadio nacional explotó en gritos. Bolivia había descontado y estaba a uno del empate. Todavía Uruguay estaba afuera pero no todo estaba perdido. Peldaño observaba el banco con preocupación. Todos los suplentes uruguayos se movían a un costado del campo. De pronto nuevamente todos en la tribuna enmudecieron. Habían cobrado penal para Bolivia. Unos instantes después el grito del gol ajeno volvió a rebotar en los edificios que rodeaban el estadio. Ahora todo dependía de Uruguay. Había que aguantar el empate a como dé lugar. Los últimos cinco minutos de juego fueron extremadamente tensos. Uruguay se tiró atrás y buscó esconderle la pelota a los de amarillo todo lo que pudo. Ya terminando, luego que el árbitro marcara dos de alargue Peldaño se fue para arriba, no se quería ir de esa cancha sin inflar la red. No quería perder la costumbre. La defensa brasileña ahora se había adelantado varios metros y Peldaño cayó en la trampa del offside apenas le tiraron la primera pelota en profundidad. El partido se terminaba. Sin dudas estaban en la última jugada. Todos en el banco de suplentes de Uruguay estaban de pie con las manos en la cabeza. El arquero de Brasil se adelantó para mover la pelota que cayó llovida en el mediocampo. Peldaño le ganó la espalda a un mediocampista brasileño y recuperó la que sería la última pelota del partido justo en el medio del círculo central de espaldas al arco rival. Apremiado por la falta de espacio no puedo girar y retrocedió sobre su campo unos metros buscando un compañero libre para la descarga. En el área Morrison se adelantó hasta la  medialuna. Sin opciones, cuando lo vio, Peldaño le tiró un pelotazo largo. Hay quienes dicen que el pase fue un poco impreciso. Yo estaba justo detrás del arquero ese día y pude ver claramente como una pelota que iba directo al pie del uno inexplicablemente se le pasó por debajo de la suela y lentamente se metió en el propio arco. La reacción de Morrison fue tardía y desprolija. Intentó volver sobre sus pasos pero no hizo más que enredarse en sí mismo y caer al suelo mientras la pelota se le metía. Los jugadores uruguayos cayeron al suelo todos a la vez allí donde estaban. Parecían marionetas a las que les habían cortado los hilos. Solo uno permaneció en pie inmóvil en el medio de la cancha: Peldaño. El árbitro marcaba el final del encuentro y Uruguay se quedaba afuera del mundial en el último suspiro del partido.

Algunos hinchas uruguayos ganaron el acceso al campo y corrieron a increpar al arquero que lloraba sentado en el suelo. Inmediatamente entró la policía y se armó una batahola como pocas veces se vio en el fútbol charrúa. Yo lo seguí con la vista a Peldaño mientras se alejaba en dirección al banco local. Avanzaba impasible entre ese mar encrespado de camisetas y uniformes como si nada sucediera a su alrededor, los brazos colgando al costado del cuerpo . Finalmente se lo tragó la oscuridad del túnel.

Los días siguientes fueron muy intensos. La prensa se didicó a denostar al joven arquero uruguayo. Rápidamente el muchacho se convirtió en el chivo expiatorio de la derrota. En Uruguay no se hablaba más que de eso y la imagen del guardameta sentado en el pasto con la cabeza entre las rodillas había tapizado el país. Una semana más tarde el pobre chico moriría en un accidente automovilístico. Según se supo manejaba borracho cuando perdió el control de su auto y se estrelló contra una alcantarilla en una ruta de acceso a Punta del Este. Quienes lo conocieron dicen que todo se debió al maltrato que recibió por parte de la prensa y de sus propios compañeros.

Peldaño literalmente desapareció. Casi en secreto su representante tramitó su desvinculación con Villa Española. Intenté varias veces comunicarme con él pero me fue imposible. Hay quienes dicen que lo vieron cruzar a pie la frontera con Argentina. Otros cuentan que volvió a Colombia. Siguiendo esos rumores crucé media América y no hallé en Puerto Limón quien de él me pudiera decir ni media palabra. Finalmente desistí en la búsquedq. Para mí literalmente se lo había tragado lo tierra aquel día que lo vi desaparecer en el túnel del estadio nacional.

Habían pasado ya muchísimos años de todo aquello. Yo seguí adelante con mi carrera y finalmente olvidé casi por completo aquella historia. El trabajo me llevó a recorrer el mundo varias veces y personalmente elegí ya no volver a hablar de él ya que cada vez que alguien lo nombraba reaparecía también el triste recuerdo del final del pibe Morrison. 

Digo con certeza que casi no me acordaba del rostro del muchacho hasta que un día de octubre de un año que prefiero no nombrar, en un vagón de uno de los infinitos trenes que atracan en una de las estaciones más ajetreadas de Europa creí reconocerlo entre los pasajeros. Estábamos entrando en las fases finales del mundial y los coches rebosaban de extranjeros que iban y venían de un estadio a otro. Lo vi sombrío como siempre aunque creo que un poco mayor de lo que debería verse. Me acerqué y lo miré a los ojos.

Se quedó mirándome en silencio. Entiendo que me reconoció pues los ojos se le llenaron de lágrimas. La gente había comenzado a bajar del tren y nos rodeaba como el río de Puerto Limón lo habría rodeado aquella vez en que le salvó la vida al nieto de la curandera.

– La culpa de todo fue mía… y usted sabe por qué – me dijo bajando la mirada.

No supe qué decirle. Para cuándo Intenté hilvanar unas palabras ya lo arrastraba la corriente lejos de mí. Me quedé parado mientras nuevos pasajeros inundaban el vagón. Pude verlo claramente mientras se alejaba. Era uno más entre todas esas personas anónimas. Una eternidad de años después de su último partido, otro túnel se lo llevó esta vez para siempre. 

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